Como cualquier otro
pueblo, Rágol tiene unas fiestas populares cuyo origen se pierde en el tiempo.
Realmente puede resultar inútil intentar
indagar en documentos o testimonios para buscar una fecha, un año que
nos indique cuando se inician las fiestas.
Muchos pudieron ser los motivos
religiosos o paganos que llevaron a los antepasados a elegir unos días
determinados del calendario para festejar un suceso, un acontecimiento. Y en ellas se
encuentra una extraña mezcla de motivos religiosos y populares que dan lugar a unas idas de unión y aire festivo a
todos los habitantes del pueblo, y para los que lo son pero viven fuera de él
que se desplazan para celebrarlo.
El panorama de esta fiesta ofrece una
oportunidad exquisita para conocer el
carácter y costumbres de nuestro pueblo.
Tiempo de bufa y mofa, de la satírica estrofa,
del escarnio tolerado, de a quien le toca le toca, de pasacalles, de mascara y
chirigota, de comparsas y murgas.
Es tiempo carnavalesco, de denuncia,
espacio para la broma, momentos de
disparate, de sacarle los colores a quien cometió el dislate.
Las murgas, son el principal atractivo, que cantan estribillos referidos en su mayor
parte a sucesos acaecidos durante el año algún vecino del pueblo.
La música
y la sátira se adueñan de las calles y cuando no hay temas, las denuncias van
dirigidas a los políticos, poniendo en ridículo a quienes presumen de lo que no tienen, unas letras,
que no son más que el sentir de un pueblo que busca a través de ellas mejor
atención a los problemas que padece, al final denuncias, con mucho sentido del
humor.
En fin el
ingenio y la imaginación rivalizan para componerlas mejores letras. Las notas
dominantes son la vistosidad de los trajes, los más pequeños también participan
y disfrutan con sus comparsas.
En fin
estos carnavales, no se pueden contar hay que verlos, y una vez que se ven, no
queda otra que vivirlos y soltar los lastres con los que cargamos todo el año.
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